Las excavadoras trabajan para acabar de demoler
el que
fuera el mayor prostíbulo de España
reducido ahora a montañas de escombros
Artículo y foto de Roberta Bosco.
Publicado en EL PAÍS 09 julio 2020
Cuando las gigantescas excavadoras eliminen los
últimos cimientos, ya no quedará nada del Hotel Riviera que durante casi 15 años fue el mayor prostíbulo de España. Aún no se sabe que se construirá en
la gran explanada que estos días se ha convertido en la meta del peregrinaje de
los vecinos y en el decorado para innumerables selfies. Los trabajadores dicen
que la propiedad ya tiene el permiso para construir un hotel, pero dada la
situación generada por la pandemia, es posible que modifique el proyecto
apostando por un edificio de viviendas o un supermercado. Aun derribado, el
Riviera continúa envuelto en el misterio.
Situado en la C-31, la autovía de Castelldefels, a
unos 500 metros del Canal Olímpico, el Riviera funcionó como hotel hasta
mediados de los 90 cuando fue vendido para convertirse en club con
habitaciones. En su época dorada, cuando incluso recibía autobuses de turistas,
el célebre burdel llegó a acoger más de 150 trabajadoras y se decía que su
facturación superaba los 16 millones al año. Su presencia en Castelldefels
motivó la aparición de nuevos negocios, el incremento de la flota de taxi y la
multiplicación de peluquerías y esteticistas, pero también protestas vecinales
y graves episodios de corrupción que salpicaron a la policía y al Ayuntamiento
y finalmente motivaron su cierre en 2009, junto con el hotel Saratoga, otro
prostíbulo cercano.
Los propietarios fueron condenados a penas de casi 10
años por la Audiencia de Barcelona. El Supremo después redujo esa condena a dos
años y rebajó notablemente las de los policías implicados en la red que
protegía a los prostíbulos a
cambio de regalos.15 acusados fueron absueltos. El Ayuntamiento le retiró la
licencia por su proximidad a centros escolares al mismo tiempo que la Audiencia
Nacional vetó su venta al investigar el patrimonio de sus dueños en otra causa
posterior.
Debido a esta prohibición y a la crisis que afectó al
sector de la construcción, el Riviera permaneció más de 10 años en el abandono.
Primero fue saqueado a conciencia y según los vecinos este fue el periodo más
peligroso, ya que durante su etapa como burdel, un ejército de vigilantes se
encargaba de que todo pasase en silencio y de puertas para dentro. Durante
años, los vecinos vieron como sus instalaciones, desde los sanitarios hasta
elementos de hierro pasando por cables eléctricos, eran desmanteladas durante
la noche. Todo lo aprovechable fue robado, mientras la basura se acumulaba y
colonias de gatos y ratones se adueñaban del lugar.
Los grafiteros empezaron a usarlo como terreno de
aprendizaje y los exploradores de lugares abandonados que encierran historias
truculentas y misteriosas lo convirtieron en un lugar de referencia. En YouTube
hay decenas de vídeos que recogen sus recorridos diurnos y sobre todo nocturnos
con incidentes y sustos incluidos en tiempo real, cuando los exploradores se
topaban con algún que otro huésped imprevisto.
Todo esto pasó hasta que a finales de febrero empezó
la demolición, que se interrumpió abruptamente el 13 de marzo cuando la
pandemia detuvo nuestras vidas. El Riviera transcurrió sus últimos meses en
ruinas y con las tripas abiertas hasta hace dos semanas cuando los trabajos
fueron reanudados y rápidamente lo convirtieron en una montaña de escombros.
Una vez más se habla del Riviera en el barrio y en la prensa, pero esta vez es
para especular sobre el futuro del solar. Hay incluso quien confía en un
proyecto que prevé abrir comercios y pacificar la C-31, para hacerla de un solo
carril de modo que se pueda cruzar como antaño. De todos modos harán falta
muchos años más para que se pierda del todo el recuerdo del prostíbulo que fue.
www.laprensamagazine.cat
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