Los de Pep reaccionaron tarde tras encajar dos goles en los primeros 20 minutos, con una defensa que más bien pareció una panda de amigos de Osasuna
Un Barça que no supo adaptarse ni dio síntomas de reacción hasta que estaba helado ante el Osasuna entregó definitivamente las riendas de la Liga. Todas las sospechas de una noche áspera, cruda y casi insuperable se confirmaron para que los azulgranas sufrieran una grave derrota, más por las repercusiones de cara al torneo que por la imagen ofrecida, que se modificó de pésima a insuficiente desde el inició hasta el final del encuentro.
El Barça se presentó bajo cero y no recuperó el calor y el color hasta que se duchó con agua caliente tras el encuentro. Destemplado en un estadio que siempre exige ardor guerrero, el cuadro azulgrana no se rehizo de la hipotermia que sufrió nada más comenzar y que le colocó en una lacerante desventaja. Dos goles en 20 minutos pintaron negro y gélido el panorama, y el rayo de luz que suele atisbarse cuando se insinúa una catástrofe fue visible en el césped muy tarde. Para que el cúmulo de inconvenientes se completara, el árbitro anuló el 3-3 a Alexis por un discutible fuera de juego. El empate no mejoraría el porvenir.
El drama se gestó en el primer tiempo. Tras el descanso se vio un Barça más reconocible a lo habitual pese a que Guardiola retocó el dibujo táctico y el once que acabó el partido era más propio de la Copa que de la Liga. El equipo mejoró con la entrada de Cuenca y Tello por Puyol y Pedro al encontrar la profundidad y el arrojo requeridos. El asedio al marco de Andrés, con tintes heroicos, resultó infructuoso. La ventaja de Osasuna era muy amplia, gestada durante la parálisis barcelonista del primer tiempo.
UN HÁNDICAP
El terreno de juego fue un gran hándicap. Insuperado, no insuperable. No tanto porque los locales pudieran estar más o menos habituados, sino porque su juego no requiere una alfombra para desarrollarlo. La circulación es escasa y utilizaron lo justo el raseamiento del balón. Todo lo contrario que el Barça, que no encontró una alternativa a su estilo tradicional porque el fútbol directo no le va.
Con muchas dificultades para hilvanar la cadena de combinaciones característica, obcecados en jugar como siempre, no se adaptaron nunca al Reyno de Navarra. Los pases eran demasiado cortos o demasiado largos, nunca precisos. Demasiados, siempre, en cantidad, sin saltarse ninguna estación para reducir los riesgos de las pérdidas. Los errores fueron garrafales, impropios de ellos. Pero el campo no fue el mayor problema, sino la destemplanza con que el Barça afrontó el encuentro, lo que remite a la actitud.
SIEMPRE A REMOLQUE
El equipo anduvo a remolque del empuje de Osasuna, primero, y del marcador después, aunque los navarros se adelantaran a los cuatro minutos con todo el partido por delante. El calentamiento y las carreras no aumentó la temperatura corporal de los azulgranas pese a que la manga corta de algunos (Alves, Puyol, Abidal y Mascherano, tres de los cuatro defensas) diera a entender que no acusaban el frío siberiano.
Tampoco podría atribuirse la derrota a la ausencia de Xavi, Iniesta y Cesc, tapados con una manta en el banquillo hasta el martes. Con Cuenca y Tello en los extremos, Messi de mediapunta y Sergi Roberto y Thiago de mediocentros, el equipo supo encerrar a Osasuna y acariciar la remontada. En última instancia se agigantó el meta Andrés para darle a Mendilibar su primera victoria frente a Guardiola. El martes también hará frío en Leverkusen.
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