EL TURNO
EL PERIÓDICO DE CATALUNYA
Martes, 3 de abril del 2012
Jaume Badia
Exdirector general de Anàlisi i Prospectiva de la Generalitat
En el Sant Jordi de 1986 una fiesta popular sirvió para dar el nombre de Ramón Fernández Jurado a la biblioteca de Castelldefels. En diciembre del 2011, 25 años después, un decreto del alcalde, Manuel Reyes, del PP, sirvió para borrarlo. Se sustituye el nombre de un hombre comprometido con el país y la cultura, por una mera posición geográfica. Aprovechando que se había hecho un cambio de ubicación, el alcalde popular adopta la decisión de retirar el nombre de Fernández Jurado de la biblioteca, para hacer visible que ha habido un cambio político. Y lo hace con el apoyo de la cabeza de lista de CiU en Castelldefels, Anna Maria Pérez. En 1977, cuando esta concejala solo tenía ocho años, Ramón Fernández Jurado que ya tenía más de 60, consiguió el título de profesor de catalán en la UAB. Era una victoria más de un hombre que toda la vida luchó, en la política y el sindicalismo, con la palabra. Nacido en Almería, llegado a Catalunya a los cuatro años, el viejo militante obrero se jubilaba de ebanista y conseguía el título de profesor de la lengua del país que había elegido como sede. Por eso, dos años después de morir, el pueblo de Castelldefels, última etapa de su compromiso social y cívico, lo homenajeó poniendo su nombre al templo de la cultura y el saber.
Es probable que el señor Reyes y la señora Pérez hayan pensado que retirando el nombre de Fernández Jurado en la biblioteca hacían un acto de supuesta justicia, que la hacían más plural. Y que llamándose Biblioteca Central todo el mundo se sentiría cómodo. La ignorancia nos hace muy audaces. Y nuestra clase política está llena de audacias de este tipo. La decisión de los concejales de Castelldefels es un escupitajo a la cultura catalana. A la que construyen, piedra sobre piedra, hombres como Ramón Fernández Jurado.
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