Periodista
No es desde hace poco tiempo. La
corrupción golpea el sistema democrático desde hace treinta y cinco años. Son
los herederos de un sistema dictador y corrupto pero en aquel sistema del
dictador eran muchos menos a repartir prebendas en metálico según sus méritos y
muchos a recibir doctrinas orquestadas como que la capital del estado era el
ombligo del mundo. Muchos hijos y nietos de aquella ralea aún lo mantienen.
Aquello fue una dictadura, actualmente es un golpe de Estado cultural, blando y
opaco por la mayoría del partido derechista, imponiendo el pensamiento único de
riqueza fácil con mucho beneficio y privatización del poder. Todo lo que rezume
humanismo, colaboración, respeto, honestidad e ir “con la verdad por delante”,
eso… eso es obsoleto: ¡Gilipollas¡
Los señores mal llamados “padres
de la Constitución
“hicieron un apaño para una sociedad que ya no se contentaba con cambiar mucho
para que casi todo siguiera igual y que, poco a poco según fuera creciendo el
monstruo y quisiera intervenir protestando, se le pudiera otorgar “el café para
todos” y disimulando, con opacidad siempre, desequilibrar todos los derechos
históricos que dos o tres partes del país merecían adjudicarse por diferentes
cauces, merecimientos y prebendas. La desigualdad producida durante estos años
poco a poco ha ido minando la credulidad de los políticos para acabar en un
hundimiento capaz de llevarse por delante
cualquier confianza de los ciudadanos en los partidos políticos, que nadie
desvela pero todo el mundo intuye como
se financian sus corrales para hacer mucho ruido, prometiendo cosas en los
mítines de las elecciones y luego si lo
he dicho no me acuerdo y las excusas fáciles de que “en aquellos momentos
circunstancias políticas mandaban”. Entonces, ya nos sentimos tan engañados que
nos preguntamos ¿hasta cuándo?
Orwell escribió: la política es
una masa de mentiras, evasivas, estupideces, odios y esquizofrenias. Ahí están.
Lo cierto es que la fragilidad del comportamiento de Rajoy está al límite como
presidente de gobierno. Hoy parece que no tiene el monopolio de las decisiones
ni la opacidad de las acciones supuestamente impresentables. Incluso aunque no
hayan perdido el instinto de controlar los medios de comunicación, léase como
ejemplos el diario La Razón o T.V.E., aun que tropiecen con las verdades que
suministran en abundancia las redes sociales por internet.
El bochorno moral por la guerra a
muerte de la cultura del dinero y la democracia con el Estado de bienestar y
los derechos individuales como víctimas principales no se quiere explicar de
verdad ni desde el Parlamento. La alternancia del poder,
democráticamente hablando, es buena, lo mejor añado yo. Pero por todo lo
acontecido parece que es lo peor que pasa porque se turnan para enriquecerse y
crear leyes que les protejan a ellos no a los ciudadanos. Los distintos
correveidile señalan a los imputados de sus adversarios en las mismas ruedas de
prensa en las que justifican a los suyos. El mismo presidente del Gobierno se
parapeta en una pantalla de plasma para leer lo injustificable y así, de esta
manera, no permitir, obviar, preguntas que les pueden hacer los periodistas que
no estén pactadas y si no colar una pregunta de un periodista afín a su partido
o a algún periódico muy destacado alabando sus ideas y forma de proceder.
Necesitan un zarandeo. Provocan sus actuaciones sonrojo en el extranjero,
zozobra al hacer colar verdades de sus mentiras. Eso sí, nadie dimite.
Pero nadie. Desde los tiempos del
aceite de Colza y los “bichitos” del ministro de turno, pasando por los GAL de
Don Felipe González y su mareo con FILESA y el prófugo y encarcelado, más
tarde, Roldán. El Presidente Aznar con
el caso Naseiro, la guerra de Irak y el vertedero de mentiras dos días antes de
perder las elecciones que atribuían a ETA el atentado y no se daban cuenta que
hasta el último de la clase sabía que se olía otra cosa. Añadamos los casos de
sus autonomías: el hundimiento del Prestige con el chapapote de Galicia, los
militares fallecidos en el Yak-42, el metro de Valencia. Sé que hay más y, como
pocos, tantos como gobiernos de autonomías hay: diecisiete. Los ERE y Mercase
villa en Andalucía, por no citar Gurtel, el accidente del metropolitano, el
caso Fabra y su aeropuerto en Castellón y Valencia. Banca Catalana desde los
inicios de Jordi Pujol, el caso Palau, caso Pretoria, las I.T.V y la red de
espionaje en Catalunya. No digamos en Palma de Mallorca con el caso NOOS, del yerno
del Rey, Urdangarín, y el gran caos de inversión con Jaume Matas con la Sra.
Munar. No sólo de Barcenas hemos de hablar ahora. Desde el acobardamiento de
ETA, se nota que las pistolas acojonan y se tarda mucho a que desaparezcan del
todo. La soberbia de Madrid en todos los aspectos, sean unos u otros, cuando se
gobierna con mayoría absoluta manejan las palabras y los asuntos de dinero
saliendo barriobajeros y de las cloacas.
Utilizar a víctimas del terror es malo.
No hay, ni tengo sugerencias para
cambiar España. Si que tengo para cambiar mi país. No voy a caer en la
tentación de explicar que en España todos los políticos son los corruptos y el
resto somos unos seres inmaculados. Pero me doy cuenta que últimamente los del
PP nos mienten convencidos de que dicen la verdad. Todo lo que hacen es correcto
y lo hace POR NUESTRO BIEN. ¡Toma ya¡ La mentira ha recorrido la historia
confundiendo a las gentes hasta el punto de convertirse en muchos casos como
única herramienta de gobierno.
La corrupción nace de la mentira
pero se hace desde la falta de principios, de estudios, de moral, de ética y de
cultura democrática. La opacidad viene de las cuevas de los partidos. Aquí,
desde el principio de la nueva democracia, para favorecer a U.C.D (Unión de
Centro Democrático de Adolfo Suárez) se nos engañó con las leyes que rigen los
votos directos a los partidos, no les interesó que los votos fueran a las
personas y sus circunscripciones. Les interesaba entonces para desbancar el
auge comunista -les salió rana a los de izquierdas- pero cuando vieron, los del
P.S.O.E., la posibilidad de ganar las elecciones con Felipe González, tampoco
cambiaron la ley y así sucesivamente nos vamos tragando la ley de Hont, y todos
a la chita callando siendo felices con el ahora tú y el ahora yo. Por eso de
tanto que se han engañado a sí mismos han perdido el mundo y la realidad común
de vista.
Se enrocan no pudiendo aceptar que
ya nadie les crea, que no se les tenga confianza. Normalmente a un político se
le elige para representar y gobernar. Si por su presente o por su pasado los
ciudadanos dejan de confiar en él el político ha de darse cuenta y retirarse
sin esperar nuevas elecciones. Lo de dar un portazo a la información desde hace
meses es un gesto que desagrada a todos los ciudadanos (que no son
estrictamente los que le han votado) hay que dar explicaciones y excusas
necesarias. La democracia puede ahora, por lo visto, valorarse en mentiras y
con dinero fácil. ¿Hasta cuándo?
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