23/8/13

Oda a la Rosa (Pablo Neruda)

A la rosa, a esta rosa, a la única,
a esta gallarda, abierta, adulta rosa,
a su profundidad de terciopelo,
al estallido de su seno rojo.
Creían, sí, creían
que renunciaba a ti, que no te canto,
que no eres mía, rosa,
sino ajena, que yo voy por el mundo sin mirarte,
preocupado sólo del hombre y su conflicto.
No es verdad, rosa, Te Amo.
Adolescente,
preferí las espigas, las granadas,
Preferí ásperas flores de matorral, silvestres azucenas.
Por elegante,
desprecié tu erguida plenitud,
el raso matinal de tu cortina,
la indolente insolencia de tu agonía,
cuando dejas caer un pétalo y con los otros,
continúas ardiendo
hasta que se esparció todo el tesoro.

Me perteneces, rosa,
como todo lo que hay sobre la tierra,
y no puede el poeta, cerrar los ojos a tu copa encendida,
cerrar el corazón a tu fragancia.
Rosa, eres dura:
he visto caer la nieve en mi jardín:
el hielo paralizó la vida,
los grandes árboles quebraron sus ramajes,
solo, rosal,
sobreviviste, terco, desnudo, allí en el frío
parecido a la tierra,
pariente del labrador, del barro, de la escarcha,
y más tarde, puntual, el nacimiento
de una rosa, el crecimiento de una llamarada.

Rosa obrera,
trabajas tu perfume,
elaboras tu estallido escarlata o tu blancura,
todo el invierno buscas en la tierra,
excavas minerales,
minera,
sacas fuego del fondo y luego te abres,
esplendor de la luz, labio del fuego,
lámpara de hermosura.

A mí
me perteneces, a mí y a todos,
aunque apenas tengamos
tiempo para mirarte.
Vida, para dedicar a tus llamas
los cuidados, rosa,
eres nuestra,
Vienes del tiempo consumido
y avanzas, sales de los jardines al futuro.
Caminas,
el camino del hombre,
inquebrantable y victoriosa
Eres un pequeño capullo de bandera.
Bajo tu resistente y delicado
pabellón de fragancia
la grave tierra derrotó a la muerte
y la victoria fue tu llamarada.












Pablo Neruda

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