Yo, Risto Mejide, otro que se cree en pleno uso de sus
facultades identitarias, ignorantes y desinformadas, manifiesto que:
1. No me represento más
que a mí mismo. Y a veces hasta de esto tengo mis dudas. Hay una parte de mí
que siempre anda cuestionando todo lo que hago, digo y pienso. Así que
imagínate lo lejos que me queda eso de representar a nadie. Creo que, cada vez
más, cada palo aguanta su vela (¡¡¡un paaaalo!!!) y así nos va. Por tanto, diga
lo que diga a continuación, no dejan de ser opiniones de un ciudadano común,
uno y solamente uno. Que se apunte quien quiera bajo su única y exclusiva
responsabilidad. Como si sigo solo. Me da igual.
2. Hablando de
representantes, no me siento representado por aquellos a los que un día voté. Y
créeme que los he votado de todos los colores, a ver si con alguno acertaba y
me daba una sorpresa (¡¡¡otro paaalo!!!). Pero nada, a base de tiempo y poder,
puedo prometer y prometo que todos destiñen sin excepción.
3. Me tocan un pie los
que me llaman demagogo. Son los mismos que preferirían que me callase y les
dejase hacer. Los mismos que aún no entienden que la demagogia sólo es tal
cuando trata de conseguir algo de ti. Y yo ni voy a solucionarte la vida ni por
supuesto quiero nada de ti. Bueno, como mucho, que escuches durante un rato a
esta minoría de uno. Pero eso jamás fue demagogia. Sino democracia. Así que no,
no me pienso callar. Si les fastidia que hable, francamente ya me parece bien,
que se jodan.
4. Tampoco me creo la
información que nos sirven. Ni los de un lado ni los del otro. He participado
en demasiadas reuniones en las que se asfixiaba a la realidad anegándola de
datos. He formado parte de varias máquinas de aborregar. Sigo viviendo de
ellas. Como para que ahora me vengan a decir que existen estudios que
demuestran esto o aquello. Si quieres engañar a alguien, encargas un estudio.
Si quieres que él te engañe a ti, lo pasas por el rodillo de una encuesta. Y si
ya quieres atontarlo y manipularlo del todo, realizas un Elisenda Roca: lo
acribillas a cifras y letras. Desde que se levanta hasta que intenta dormir.
5. Creo que Catalunya
tiene problemas graves, urgentes e importantes. Se llaman corrupción, paro,
deuda, déficit, financiación. Seguramente compartidos con el resto del estado
español. Seguramente más graves y profundos de lo que se atreven a mostrarnos.
6. Creo que para
solucionarlos hace falta un talento y una credibilidad que no veo por ningún
sitio. Credibilidad para proponernos soluciones, que una puede que sea la
independencia, no lo sé, pero dónde están las demás. Porque es que también les
falta el talento para llevarlas a cabo, lo que significa pactar, sentarse a
debatir y convencer al contrario en vez de enfrentarse continuamente a él. Yo
no sé tú, pero yo sólo veo mediocres sin ideas que sólo saben romper la baraja
en cuanto se pone de manifiesto su incompetencia para hacer su trabajo, que es
llegar a un acuerdo. Y cuanto más grande el acuerdo, cuantas más partes
involucradas, mayor su talento político. Mira, un oxímoron.
7. Me ofende
profundamente que me tomen por más idiota de lo que ya soy. Decirme que la
única solución posible a todos esos problemas se llama independencia es tomarme
por imbécil. Presentármelo con una consulta dicotómica y como mucho con una
tercera vía es creer que acabamos de salir de preescolar. Y tratar de
convencerme de que encima todo lo hacen por mi bien es recordarme que igual sí
fui tan imbécil como para votarles. Dónde están la cuarta, la quinta, la décima
(aaaay la décima) y hasta la cuadragésimo sexta vía. Dónde están.
8. Detesto que confundan
confrontación de ideas con violencia de gentilicio. Por mucho que se empeñen,
nadie elegirá a mis enemigos por mí. No pienso odiar a los españoles. Ni a los
madrileños. Ni a los extremeños. Ni a los que me insulten por escribir
Catalunya. Ni siquiera a los catalanes que no piensen como yo. Me gusta vivir
como siempre hemos vivido en este país: en debate continuo pero pacífico,
porque eso de vivir en la duda demuestra que ninguna de las opciones puede
tener siempre toda La Razón ,
porque no hay nada más catalán que la búsqueda del consenso, que el vivir y
dejar vivir en paz.
9. Puestos a detestar,
como barcelonés también odio el provincianismo al que nos han empujado. Que se
haya dejado de hablar de Barcelona como ciudad universal y la hayan
circunscrito a su absurda batalla miope y reduccionista con la capital del
reino. Dónde está la
Barcelona que saludaba al mundo. Dónde la que se miraba en
Ámsterdam, en Nueva York y hasta en algún momento se creyó que podía jugar en
esa liga como el Elche, con dignidad. No hablo de forums de las culturas, de
macroproyectos urbanísticos o de relaxing cup of juegos olímpicos. Hablo de
sueños, de atracción de talento y de amplitud de miras. Dónde está la ciudad
que dejó de soñar. Dónde está.
Y para acabar, un 10.
Tengo fe en el futuro. Y no en el que nos venden, sino en el que decidamos
comprar. Y creo en algunos niños, no en todos, que los hay muy cabrones
también. Y en las señoras putas, las únicas de las que me fiaría para gobernar
cualquier país, que si nos van a joder, como mínimo que sean profesionales.
Eso manifiesto, y a tal efecto lo firmo por Snoopy en
Barcelona, a 13 de octubre de 2013.
www.laprensamagazine.cat
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