El error en la cuenta de Twitter de Pere Navarro, al
haberse publicado un tuit que ha sido considerado inconveniente por su
contenido y tono, no ha sido del colaborador “que utilizó la cuenta de forma no
autorizada”, como ha dicho la dirección del PSC. El error ha sido del primer
secretario del partido socialista por creer que para comunicar en Twitter basta
con delegar la tarea en terceras personas para que sigan instrucciones
concretas concebidas a partir del marketing político.
El PSC ha dicho que el
dirigente socialista “no tenía conocimiento previo del contenido de este tuit,
que considera totalmente fuera de lugar”, con lo que se demuestra que en esa
formación política –y en casi todas– se ignora completamente lo que la
comunicación en Twitter es y lo que debe ser en el caso de una personalidad pública.
La primera reacción
del PSC y su principal dirigente fue aducir que alguien había
usado indebidamente la cuenta, sin darse cuenta de que es difícil comprender
cómo se hackea una cuenta de Twitter de alguien para colar un tuit sin ninguna
otra intervanción. Lo que cuesta de reconocer es que una de las personas que
los comunicadores socialistas pusieron a cargo del Twitter del primer secretario
se pasó de rosca, y que con ello se descubrió lo que es un secreto a voces: que
los líderes políticos delegan en terceros una tarea que requiere una gran
personalización.
Por supuesto que los
dirigentes políticos son personas muy ocupadas que no pueden atender
personalmente todas las tareas en que están envueltos y deben disponer de
asesores, colaboradores y ejecutores; también en la comunicación, faltaría más.
El problema no es este, lo es la concepción meramente instrumental que los
partidos, los políticos y especialmente la izquierda tienen de la comunicación.
Están anclados en un concepto de agitación y propaganda pre leninista, propio
del bakuninismo del siglo XIX, y creen que las redes y medios sociales de
Internet son meros altavoces transmisores de consignas y posiciones.
Y no. En las redes
sociales los protagonistas son las personas. La comunicación vía Twitter es
extremadamente personalizada. Si en Twitter aparece tu cara y tu nombre eres tú
el responsable de lo que allí se dice y de lo que con ello se hace.
Es lógico tener
colaboradores, asistentes y speechwriters. Pero el líder político debe, no ya
supervisar, sino estar encima constantemente de sus tuits. Y nunca debe
delegarlos completamente; es necesario escribir personalmente muchos de ellos,
dedicar ratos si es posible frecuentes a tuitear. Por una razón muy sencilla:
porque se te nota.
Es un error enorme
creer que lo virtual no es real, y que en Internet, al no haber presencia
física, uno puede esconderse. La virtualidad, paradójicamente, concede una
visibilidad extraordinaria. En los inicios de internet alguien dijo que un
perro podría comunicar en la red gracias al anonimato, y alguien sensato le
contestó que a un perro se le notaría enseguida quien era. No, en internet la
cosa no va de máquinas, de tecnologías. Internet es una red de mentes humanas y
de personas conscientes; la tecnología es irrelevante por lo que respecta a lo
esencial. Y en las cosas del contacto humano directo y esencial hay que andarse
con cuidado.
Comprendemos, queridos líderes,
lo ocupados que estáis todos. Pero delegar totalmente la actividad en Twitter
es como tener que dar un mitin o comparecer en un debate televisivo enviando a
que lo haga un colaborador. ¿Se dan cuenta ahora de qué va el asunto? La
visibilidad, caramba.
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