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¡Recórcholis! ¿Dónde diablos están las banderas españolas?, me dije a mí mismo en plan Tintín al entrar en el polideportivo de Castelldefels, donde Rajoy iniciaba la campaña electoral con la tradicional pegada de carteles. “Aquí hay gato encerrado” -me susurró un periodista veterano extrañamente parecido al capitán Haddock- “hasta ahora todos los mítines del PP en Cataluña eran un bosque de banderas rojigualdas, muchas de ellas con el escudo franquista. Y sin embargo esta noche todo está lleno de senyeras”.
Decidí preguntar a dos amables simpatizantes del PP, Hernández y Fernández, apellidos muy comunes en el Baix LLobregat. “Es muy sencillo” -me dijeron- “la nueva presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, ha dado un giro ligeramente catalanista al partido. Por eso esta noche, a la entrada del mitin, la organización solo ha repartido banderas catalanas y enseñas azules con la gaviota y las siglas del PP.”
En ese momento comprendí la razón de por qué Rajoy no hablaría después de la inmersión lingüística y entendí las encuestas que vaticinan que el PP pasará de 8 a 12 escaños en Cataluña.
Al acabar el mitin me crucé con un recio caballero que portaba una bandera española con el escudo de la Legión en el centro. “Siempre hay algún cabo suelto (o sargento) encargado de guardar las esencias” pensé mientras me cruzaba con un perro blanco de la misma raza que Milú.
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